domingo, 25 de mayo de 2008

San Bernabé y la Cofradía del Pez

Siempre me han gustado mucho las fiestas de San Bernabé. Es probable que sea porque cuando era niño me anunciaban el inicio del verano, de las vacaciones escolares. El curso se terminaba alrededor de estas fechas; para después sólo quedaban algunos exámenes, alguna repesca para los que no habían aprobado 'por curso' y por las mismas empezábamos a 'bajar' a la playa, siempre y cuando no cayera alguna tormenta, de las que también eran frecuentes en esa época.

Su celebración para mí está ligada a agradables recuerdos: uno, el inicio del verano, como ya he comentado; otro, a las vaquillas que se celebraban en la plaza de toros cuando yo era joven y tan buenos ratos nos hicieron pasar a mis amigos y a mí; y el más contundente, el del reparto del pez. De niño, cuando iba con mis padres o mis abuelos a «coger el pez», me venía a la memoria el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que me contaban en la catequesis, y yo me imaginaba que aquel milagro que Jesús realizó en el desierto para dar de comer a sus seguidores tuvo que ser una cosa parecida a ésta que yo presenciaba con el reparto del pez en las fiestas de San Bernabé por parte de la Cofradía del Pez. Por eso siempre he admirado a esta Cofradía.

Como todos ustedes saben, San Bernabé es nuestro patrono desde que el 10 de junio de 1521, nuestros antepasados levantaran el asedio que venían sufriendo desde el mes de mayo del mismo año por el ejército francés. Y por tal motivo, al día siguiente de la victoria, o sea, el 11 de junio, festividad de san Bernabé, lo declararon patrón de la ciudad.

De ello queda constancia gracias al documento llamado 'Voto de San Bernabé', fechado al año siguiente a la gesta -o sea, en 1522- y que está custodiado en el Archivo Capitular de la Redonda. En él se explica «la forma que se a de thener en el cumplir del boto de San Bernabé perpetuamente» así como la «Concordia sobre la asistencia del Cabildo General a la missa y honrras del emperador y a las procesiones».

San Bernabé fue apóstol de la Iglesia Católica en el siglo I; su primer nombre fue José, aunque los apóstoles se lo cambiaron por el de Bernabé, que significa 'hijo de la consolación' y también 'el que anima y entusiasma'. Era judío de la tribu de Leví, natural de Chipre y gran colaborador de San Pablo.

La costumbre de repartir el pez, el pan y el vino arranca en 1930, cuando un grupo de amigos, entre ellos el padre y unos tíos del actual cofrade mayor, Eduardo Mato, se reúnen para pescar peces en el Ebro y almorzarlos con pan y vino, recordando la gesta de sus antepasados. En 1932, según recoge Jerónimo Jiménez en sus crónicas, este grupo de amigos consigue, gracias a la aportación de ellos mismos y de un grupo de logroñeses entusiasta de la idea, repartir en la esquina de Cuatro Cantones la ofrenda del pez, el pan y el vino a los logroñeses que se acercaron hasta la misma. Después de esta fecha hay pocas referencias de actos de la Cofradía del Pez hasta 1941, fecha de su recuperación definitiva. Y es a partir de esta fecha cuando la Cofradía del Pez empieza a coger protagonismo en la celebración de las fiestas de San Bernabé, siendo actualmente la ofrenda del pez un elemento principal y representativo de las mismas.

En el artículo primero de sus estatutos queda claro el fin primordial que sustenta el espíritu de esta Cofradía, el cual dice así: «Bajo el signo de nuestro Santo Patrono San Bernabé, y en exaltación y gloria de nuestra Ciudad, se reorganizó en 1940 la entidad denominada Cofradía del Pez, cuyo designio es mantener y avivar el fuego sagrado de la Tradición, con especial dedicación durante las Fiestas Patronales que se celebren en torno a la histórica fecha del 11 de junio, como recuerdo de la gesta gloriosa de 1521».

A mí me parece muy bien que organizaciones civiles participen activamente en la vida ciudadana, y que no sean siempre los políticos profesionales los protagonistas de la misma. Por eso me enorgullece pertenecer a la Cofradía del Pez, que año tras año pone su granito de arena para mantener viva una tradición tan logroñesa. Y me congratulo de que existan otras cofradías que también sirven para exaltar los valores y las tradiciones de nuestra ciudad y de nuestra provincia, como la Cofradía del Vino de Rioja, la Cofradía de San Millán o la de reciente creación de San Bernabé que, junto con la de la Virgen de la Esperanza honran a nuestros santos patrones. Larga vida a todas, y ¿Viva San Bernabé!


Eustaquio Uzqueda

Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 11-06-2007

domingo, 4 de mayo de 2008

Impresionante Chillida-Leku


Hace unos días, en compañía de mis amigos Manuel y Bego, excelentes anfitriones irundarras, fui a visitar la Casa Museo Chillida-Leku, creo que es un gran ejemplo de cómo se pueden hacer bien las cosas. Telegráficamente puede definirse como un caserío magníficamente rehabilitado, en un paraje impresionante, sembrado de las esculturas del genial artista vasco, Eduardo Chillida. Chillida-Leku es un museo al aire libre, instalado en los terrenos que pertenecieron al Caserío Zabalaga, con doce hectáreas de terreno y construido en 1594 en el municipio de Hernani (Guipúzcoa) a escasos diez kilómetros de San Sebastián. En él se recogen unas cuarenta esculturas de gran formato instaladas en el exterior y más de cien de pequeño formato, así como dibujos que se encuentran dentro del caserío restaurado, el cual en sí mismo es otra obra de arte, idea que comparto con Cosme de Barañano, director del IVAM, cuando dice: «Chillida-Leku o Zabalaga es hoy una realidad que ofrece un marco a los elementos de lluvia, tierra, luz y aire. En Zabalaga, Chillida no ha llevado una restauración de sus parajes y habitaciones, cocinas, cuerdas, etc. Para rehabilitarlas, Chillida ha sacado todo y con ello ha creado el espacio del caserío, lo ha convertido en escultura».
El caserío-museo esta situado en una zona privilegiada, de fácil y bien señalizado acceso desde la carretera nacional Vitoria - San Sebastián, en la salida de Hernani, puede visitarse con y sin guía, ya que de las dos formas se aprecia la grandiosidad del mismo y de las esculturas allí expuestas. La diferencia es que para hacerlo al 'libre albedrío' es conveniente conocer la obra del autor y su trayectoria; si no, es aconsejable apuntarse a un grupo guiado en el que una amable y preparada guía va desgranando la obra y vida de su autor.

Un paseo por el mismo, supone un goce para los sentidos y si además se visita en un día luminoso donde los verdes del bosque se funden con los azules del cielo y el hierro o el granito de sus esculturas, la visita puede resultar una experiencia inolvidable, ya que Chillida ha conseguido una interrelación tal entre su obra y estas doce hectáreas del monte vasco que parece que las esculturas hayan crecido allí, al igual que los árboles centenarios que existen en la zona.

Chillida juega con las formas y los materiales a su antojo, ya que, en virtud del tipo de piezas, las realiza en hierro, piedra, hormigón, madera o alabastro. Todas ellas de gran belleza, pero algunas de gran impacto visual, como la denominada Buscando la luz Irealizada en hierro, que por su tamaño y ubicación impresiona al visitante, tiene nueve metros de altura y pesa veintisiete toneladas, aunque hay otras piezas importantes realizadas también en hierro como
Arco de la Libertad, Monumento a la tolerancia u Homenaje a Balenciaga.

Además de las cuarenta obras de gran formato diseminadas por el bosque, en el caserío pueden verse más de cien piezas entre esculturas y dibujos. Articulado en cuatro salas, la primera en la planta baja y otras tres en el primer piso, en las que entre otras obras pueden verse bocetos y maquetas del Peine de los Vientos, magnifica obra instalada en la bahía de la Concha de San Sebastián.

A Eduardo Chillida siempre le obsesionó la búsqueda del vacío. Recuerdo cómo hace unos años, allá por 1997 y con motivo de la entrega del Premio Prestigio Rioja a Eduardo Chillida, tuve la ocasión de hablar con él en uno de esos lapsus que hay en todas las fiestas-homenaje y en el que homenajeado se queda «como un poco aparte», momento que aproveché para conversar con él de su trabajo y la verdad que fue una clase magistral, corta pero amena y erudita. Me explicó la importancia que el vacío tiene en la escultura, el cual en algunos casos es más importante que la materia y toda su teoría sobre el proyecto de la montaña horadada que intentaba hacer en Fuenteventura. La idea parte de un verso de Jorge Guillén «lo profundo es el aire» para luego consagrar la existencia del vacío, es decir el espíritu interno de una montaña o una materia, y a partir de ahí, Chillida desarrolla toda su teoría del vacío.

Al irnos, mi amigo Manuel, -que es un romántico y buen conocedor de La Rioja-, me dijo: «pues allí podríais montar algo parecido a esto, porque tenéis sitios de sobra y artistas riojanos no os van a faltar»; yo le miré con cariño, y le emplacé a la inauguración del bosque de escultores riojanos. Como ya he dicho que es un romántico, pues se lo creyó; yo, como no soy un romántico, que soy un artista, pues no, pero por si acaso he empezado a hacer maquetas de esculturas, pues ya saben ustedes: «creer, no creo en las meigas, pero haberlas haylas»; y como los políticos antes de las elecciones (entre todos los partidos), nos prometieron a los artista y publico en general, unos 'veintitantos' Museos, pues igual hacen alguno, quién sabe... porque falta ya nos hacen.


Eustaquio Uzqueda


Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 12.08.07

Aquella revolución «de septiembre»


Aquí en Logroño, y aunque ustedes no se lo crean, nos adelantamos a la revolución «de mayo del 68 francés», sí, sí, como lo oyen; la hicimos un puñado de jóvenes, yo calculo que de trescientos a cuatrocientos, una tarde de verano de 1967 y en el Espolón, -la cantidad de jóvenes es una apreciación personal mía; igual éramos menos, o quizás más, quién sabe, han pasado cuarenta años y la nostalgia juega malas pasadas-. Tendríamos entre dieciséis y diecinueve años. Lo calculo por mi edad de entonces, yo tenía diecisiete y éramos todos por el estilo.

Pues resulta que al gobernador civil del momento, de cuyo nombre no quiero acordarme, se le ocurrió prohibir los 'chamizos', ya saben ustedes, esos cuartos oscuros donde los jóvenes intentábamos todas las fiestas mateas «comernos un rosco» y que casi siempre se quedaba en eso: «en intentábamos». No hagan ustedes caso si les cuentan otra cosa, estamos hablando del sesentaysiete, un año antes de la revolución francesa, «la última», la de mayo del 68. Entonces éramos casi todos unos «intelectuales», lo hacíamos casi todo con el pensamiento, era con lo que más se pecaba, casi todo era de pensamiento, algo de palabra y casi nada de obra.

Bueno, pues como les iba diciendo, al gobernador civil del momento se le ocurrió prohibir los chamizos o algo así, porque prohibir, lo que se dice prohibir, no los prohibió, pero puso unas normas que los hacía prácticamente inviables. Creo recordar que, entre otras cosas, quería suprimir el apartado interior que todos tenían, la zona denominada «de baile», o sea, la que ya les he explicado que era para «comerse un rosco»; esto último no se lo explico, me figuro que todos lo han entendido, la cual normalmente solo tenía una bombilla que el primer día de fiestas se «fundía». Anterior a esta zona de baile estaba el bar; éste tenía más de una bombilla y no se solían «fundir», allí era donde se obsequiaba a todos los visitantes del chamizo con el rico zurracapote.

Sigamos con el relato, no recuerdo de qué manera, pues entonces no existían ni los correos electrónicos, ni los sms, ni los teléfonos móviles, y los fijos, que sí existían, apenas se usaban, y si se usaban era para dar noticias importantes, no para hablar una conversación banal, para eso se quedaba en un bar o en el Espolón. Así que seguro que se usó el boca-boca y quedamos «todo el que pudiera ir» a las siete y media de la tarde aproximadamente en el Espolón, para protestar frente al Gobierno Civil. Por aquellos años yo no recuerdo que existieran las manifestaciones, en contra de algo, se entiende, porque a favor, «el régimen» preparaba unas de la leche. Entonces lo más parecido a una manifestación era una procesión y vaya usted a comparar. Así que el día fijado y a la hora convenida nos juntamos una «marabunta» de jóvenes enfrente del edificio del Gobierno Civil, me figuro que aquello resquebrajó «los pilares fundamentales del movimiento» que yo exactamente no sabía muy bien los que eran, ni dónde estaban, pero había oído hablar mucho de ellos. Ahora les cuento como acabó todo. Pues salieron los dos «grises» (llamábamos grises a los policías armadas, porque entonces llevaban el uniforme gris) que había de guardia en la puerta del Gobierno Civil, con la porra en la mano a perseguirnos. Se acuerdan ustedes del chiste ese que van 40.000 gallegos llorando por la ría y les preguntan que por qué lloran y responden que porque les han pegado y entonces les vuelven a preguntar si eran muchos y ellos responden que no, que eran sólo dos, pero que les habían rodeado. Pues algo así debió de pasarnos a nosotros, que nos rodearon, porque salimos corriendo todos como alma que lleva el diablo. Yo recuerdo que crucé el Espolón, enfilé Calvo Sotelo y no paré hasta llegar a Avda. de Colón. Allí me paré porque no podía más con el resuello, si no, hubiese terminado en las Casas Baratas, creo que más que por el esfuerzo físico, era por el miedo, y eso que yo venía entrenado de haber corrido ese año en San Fermín, pero vaya usted a comparar un «gris» de los de entonces con un miura, pues eso, ni comparación. La verdad que fue bonita la revolución mientras duró, la pena es que duró poco, cosas del «régimen». Al final aquellos sanmateos hicimos «chamizo» como todos los años, es probable que con un poco más de luz y sacando un permiso gubernativo con la firma de un padre o un responsable mayor de edad. ¿Que jóvenes éramos, amigo Juanma!

¡Ah! Y hablando de fiestas mateas, pues que entonces todos llevábamos el pañuelo de fiestas al cuello de color rojo y con el pico «patrás», así que no sé de dónde sacan eso de la tradición del pañuelo azul o burdeos, y además llevarlo con el pico «palante» como si fuera un babero. En fin, esto de ser un chico de mediana edad tiene estas cosas, que cuando te cuenta alguna historia, vas y dices que eso no fue así, que yo estaba allí.


Eustaquio Uzqueda

Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 08.09.07

Policías y ladrones


Cuando era niño, mis amigos Juanma, Felipe, algún vecino más y yo, a lo que más nos gustaba jugar era a «policías y ladrones», era uno de nuestros juegos preferidos, además del de ir a robar manzanas a la huerta de la señora Justa o poner 'chapas' en la vía del tren. Todos queríamos ser policías, y el rol de ladrón había que echarlo a suertes. Si te tocaba, luego no era tan malo, en cuanto te acostumbrabas tenía sus ventajas; el ladrón iba con la cara tapada para cometer sus fechorías y eso te daba una cierta impunidad, era una sensación extraña, algo así como saber que estabas cometiendo un pecado pero que luego no tenías que ir a confesártelo (en «aquel entonces» los niños nos confesábamos todos los pecados, no sé cómo andará ahora ese tema). Así que los policías, o sea, «los buenos», iban con la cara descubierta y perseguían a los ladrones, o sea, «los malos» que iban con la cara tapada. Esto lo habíamos copiado de las películas de indios y vaqueros, donde los cuatreros iban con la cara tapada y en cambio al sheriff le bastaba con llevar su estrella en el pecho para imponer la ley; bueno, la estrella y un par de revólveres relucientes. Por eso, ahora cuando veo a los ladrones y asesinos a cara descubierta y que los que van con el pasamontañas son los policías, no deja de asombrarme, por no decir otra palabra más gruesa. En muchos casos «los malos» salen, no ya a cara descubierta, sino con chulería, algo así como si fueran artistas de cine y estuvieran siendo aclamados por sus fans, y no saludan brazos en alto, tipo campeón olímpico en el podium, porque van esposados, pero todo se andará. A su lado «los buenos» van con la cara tapada, dicen que por seguridad. ¿Dios mío! Cuánto ha cambiado esto desde que yo era niño. Parece que «los buenos» tienen que esconderse de «los malos» y además llevar la cara tapada, o sea, el «juego» al revés.
También cuando veo a los «asesinos del norte» custodiados por la Guardia Civil, y que ésta tiene que llevar un pasamontañas, y en cambio ellos van con «la cabeza levantada» como si fueran unos héroes, lo primero que me viene a la memoria es la figura del duque de Ahumada, su fundador, y qué pensaría él de todo esto. Después, me entra una sensación extraña entre rabia e impotencia, que me revuelve las tripas.
Y, ¿qué me dicen de lo que está pasando en Madrid con los menores delincuentes? Antes, si un guardia veía a un niño por la calle en horas de colegio le daba una reprimenda y le acompañaba hasta el colegio donde había hecho novillos. Ahora los pillan robando en plena calle y no pueden ni registrarles, tienen que acompañarlos a comisaría y entregárselos a sus padres, «sin más». En muchos de los casos, como relataba un compatriota suyo en un programa de televisión, de estos niños de origen rumano en su mayoría, son los padres los inductores de los robos.
O cómo bandas organizadas de ciudadanos del Este de Europa se dedican a campar a sus anchas por chalets y casas particulares; no sé si está bien aplicada la palabra de ciudadanos en este caso. Y el caso de ese ciudadano que se defendió del asalto de su casa con armas de fuego, aquí sí creo que empleo bien la palabra ciudadano, y que luego la familia del asaltante que además estaba ilegalmente en España, lo denunció por violencia o algo así. A los ciudadanos normales nos está empezando a parecer que las leyes protegen a los «malos» en vez de a los «buenos».
Y para terminar esta historia de «buenos» y «malos», el reciente caso del «animal irracional», a éste sí que no le voy a llamar ciudadano, que apaleó a una muchacha de quince años en un tren de Cataluña. Hace cuarenta años hubiese abandonado el vagón inmediatamente, pero por la ventanilla y en marcha. Nadie se atrevió a defender a la muchacha, y no les culpo, ya saben ustedes lo que le pasó hace poco a ese muchacho que salió en defensa de otra joven, pues que lo mataron a navajazos. Así que, a la gente normal, que vemos que la policía va con la cara tapada, ya me dirán las ganas que nos entran de ser héroes. Igual, además, de que en el mejor de los casos te «ahostien», luego te trincan por violento, porque la actuación de la jueza encargada del caso catalán no me cabe ninguna duda de que se ajustaba a derecho y todo lo que usted quiera, pero a la lógica no se ajustaba ni por asomo. Y para colmo de males, el susodicho «irracional» se ha convertido en una estrella mediática, que cobra de los medios de comunicación (perdón, de algunos medios) por contar su hazaña.
En fin, amigos polis, guardias y beneméritos, vosotros seguid haciendo vuestro trabajo lo mejor que sepáis, podáis y os dejen, que no os hacéis ni idea de lo agradecidos que os estamos los «animales racionales», o sea, los ciudadanos normales.
Eustaquio Uzqueda

Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 16.11.07

¿Aúpa 'el Logroñés' manque pierda!


De pequeño viví al final de la calle República Argentina. Y una de las cosas que más me llamaba la atención era «la subida al fútbol» los domingos por la tarde, algo tan tradicional en el Logroño de la década de los años cincuenta como «la salida de los toros» en las fiestas de San Mateo. Recuerdo también cómo la diversión principal de los chicos de mi barrio era la de colarnos los domingos en el campo de Las Gaunas. Una vez consumada la acción, que normalmente nos costaba toda la tarde, dado el ahínco con que los vigilantes guardaban el perímetro, unos cuantos no íbamos a ver el partido, sino que nos acercábamos a las casetas donde estaban instalados los bares para recoger platillos de cerveza o de gaseosa, con los cuales jugábamos durante toda la semana a echar carreras o los poníamos en las vías del tren para hacernos «chapas», que luego intercambiábamos como si fueran monedas relucientes. Anda que no le echábamos imaginación ni na.
Entre semana solíamos entrar a «patinar», sin patines claro está, (en mi bario sólo había uno que tenía patines, que eran de su hermana mayor y que se los había traído un tío suyo que se fue a trabajar a Alemania) en una pista circular que existía dentro del recinto, al lado del campo de fútbol y de una pista de atletismo, en la cual, de vez en cuando, disputábamos alguna carrera hasta que salía el 'señor Vitor,' cuidador de las instalaciones, y nos despachaba. Entonces teníamos un dicho: «Aúpa el Logroñés manque pierda» y es que parece ser que por aquella época perdía con bastante asiduidad. Como ya habrán adivinado, mi niñez pasó en el entorno al campo de fútbol de Las Gaunas. Después me hice mayor y mis aficiones fueron por otros derroteros.
Hasta que un día allá por el mes de mayo de 1983, mi amigo y compañero Ernesto Martínez me dice en la oficina técnica de Marrodán y Rezola, donde trabajábamos: «Que ha dicho Villamor que nos vamos a presentar a las elecciones para la directiva del Club Deportivo Logroñés». La verdad es que al principio pensé que era una broma, pero luego me di cuenta de que aquello iba en serio, así que me santigüé. Nunca he sido un aficionado al deporte rey; a mí los domingos por la tarde me gustaba más ir al cine y después al paseo. Pero les oía a mis compañeros de oficina, incluido Ernesto, contar las peripecias por las que normalmente pasaba el equipo capitalino. A Paco, otro compañero, le vi más de una vez romper el carné de socio (en realidad era de abonado) un lunes, después de un partido garrafal. Así que me dije: en buen «fregao» nos hemos metido. Y claro, nos presentamos y salimos elegidos, con Joaquín Negueruela a la cabeza como presidente y Fernando Villamor como «instigador» principal, ayudado con mucho entusiasmo por nuestro común amigo Gregorio y como «reparador mayor sin pretensiones de cobro» del maltrecho Las Gaunas, el constructor Felipe Bermejo. Para que se centren ustedes en la época, Tomás Santos, nuestro actual alcalde y uno de los más afamados periodistas deportivos del momento, hizo la primera entrevista al todavía candidato a la presidencia. Eran los primeros días del mes de junio de aquel año y éste le decía en la entrevista: «Nuestro objetivo principal es el ascenso y el presupuesto no excederá de 45 millones de pesetas». El primer partido «lo jugamos» contra el Arosa, y con lo que se sacó de las entradas, creo que no llegó para pagar al árbitro y los linieres; así estaban las cosas por aquel año. Y tan sólo cuatro años después estábamos en Primera.
Mi misión principal en aquellos cuatro años de directivo, fue la de coordinador de una revista gratuita que creamos para que fuera el cordón umbilical entre los aficionados y el club; su nombre: El Forofo.
Tengo el honor y el orgullo de haber pertenecido a la directiva del Club Deportivo Logroñés que ascendió al equipo por primera vez en su historia a Primera División y que además editó una revista doblemente gratuita durante sus cuatro años de mandato, sin faltar un sólo domingo a la cita con «sus forofos», otro logro importante de aquella directiva. Y digo doblemente gratuita, porque no le costó nada ni a los aficionados ni al club, dado que ésta se autofinanció con la publicidad que en ella se insertaba. También me encargaba de las relaciones públicas con los «chicos de la prensa». Así que los domingos les llevaba bombones y pacharán (para que fueran buenos) a un cuartucho al lado de los vestuarios, al cual llamábamos 'Sala de Prensa'.
Fueron cuatro años románticos y fructíferos, tanto para el club como para los que vivimos aquella aventura. Por eso, cuando veo los avatares por los que está pasando el Club Deportivo Logroñés en estos últimos años siento una pena infinita. Yo siempre he pensado que el club tenía que haber desaparecido por un pequeño lapso de tiempo, junto con su cuantiosa deuda, la cual va a ser muy difícil de liquidar, pero eso no pudo ser o no interesó que fuera así, quién sabe. Es probable que sea por el recuerdo de los tiempos gloriosos de un Club Deportivo Logroñés y su directiva, a la que pertenecí, pero yo sigo esperando que Logroño vuelva a tener un equipo en Primera División, que sea el orgullo de todos los logroñeses, nos guste o no nos guste el fútbol. Así que igual que cuando era niño: ¿Aúpa 'el Logroñés' manque pierda!


Eustaquio Uzqueda

Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 11.12.07

Felices ochenta



Sí, ya sé que los famosos felices fueron los 'felices veinte', pero es que yo de los que me acuerdo es de los 'felices ochenta', y me explico. Aunque como ya he comentado alguna vez, pinto desde que tengo uso de razón, en el setenta y nueve fue mi primera exposición individual; recuerdo que expuse en abril y también recuerdo que coincidió con la primera 'huelga salvaje' del gremio del Metal que se hizo en Logroño, y creo que la última (salvaje, se entiende). Estuvimos casi dos meses sin curro, y al final yo no me enteré muy bien de lo que habíamos logrado, excepto estar dos meses sin cobrar. Por entonces yo era del metal, trabajaba en la oficina técnica de Marrodán y Rezola. Pero reivindicar, lo que se dice reivindicar, sí que reivindicamos mucho, y algún 'mecánico' sí que se buscó un buen puesto para toda la vida, con esto de la 'tontería' de la huelga, cosas de 'la transición', sabe usted, qué jóvenes éramos. Yo por entonces empecé mi andadura en el mundo de la plástica, y le tengo un especial cariño a aquellos años. Es probable que sea por lo que ya he dicho de la edad. En los ochenta habíamos dejado atrás la década de los setenta, una época de gran cambio para el país. El 'generalísimo' murió en el setenta y cinco, y el Arte, como otras muchas cosas, caminaba hacia la modernidad con pasos de gigante.


Recuerdo con especial cariño las tertulias en la tienda de marcos y molduras que el pintor Gallego tenía en la calle Calvo Sotelo, sobre todo en verano, cuando se juntaban los pintores Graña y Moreda con el historiador Gabriel Moya, el primero de vacaciones de sus clases en Madrid. Algunas veces también venía un fotógrafo amigo de ellos, que vivía en Barcelona, cuyo nombre no recuerdo; también estaba Mateo Berrueta, que tenía la galería de arte justo enfrente, y que siempre pasaba a enredar. Tanto Graña como Moreda fueron los impulsores de las Colectivas de Pintores y Escultores Riojanos organizadas en los pueblos de Nalda y Alberite, la primera allá por el verano de 1979. La de Alberite se ha perpetuado desde entonces y lleva el nombre de su mentor "Mazacote de barro y Memorial Emilio García Moreda" en memoria del pintor fallecido en 1982, nombre éste, por cierto, "el Mazacote", inventado por Mateo Berrueta, al segundo año de celebrarse la colectiva, como contrapunto de las medallas de oro que tan profusamente se daban en otros eventos artísticos. Esto ocurrió una tarde de verano y con una guitarra en la mano; lo sé porque yo estaba allí, en fin, cosas de Mateo. Siguiendo con esto de las tertulias, Miguel Soriano, pintor y matemático (entre otras cosas) intentó institucionalizar unas tertulias entre artistas riojanos una vez al mes y en un bar de la calle Vara de Rey ya desaparecido, pero la cosa no llegó a cuajar, es probable que debido al individualismo del que hacemos gala todos los 'creativos', quién sabe, igual fue por otra cosa, pero ganas sí que se le puso.


También recuerdo los Salones de Otoño de Cenicero con José David Gangutia, concejal de cultura del pueblo y el pintor Aguado como impulsores del mismo. Y Óscar Llano y un servidor echándoles una mano donde se podía. Una noche, José Antonio Aguado y el que suscribe nos cogimos unas brochas y un cubo con cola de pegar papel pintado y nos fuimos a empapelar Logroño de carteles del Salón de Otoño de Cenicero, sin permiso de la autoridad competente, de esto hará veinticinco años o así. Siempre nos quedara el recuerdo de haber pegado carteles con nocturnidad y alevosía. Qué jóvenes éramos, amigo Aguado.


O las colectivas organizadas por el grupo de arte donde militaba Arturo Steven, actual jefe del gabinete de Pedro Sanz, que en aquellos años tenía grandes inquietudes artísticas. Espero y deseo que cuando deje sus quehaceres políticos siga con ellas.


Creo que por aquella época hubo un despertar artístico bastante importante (no sólo en pintura) a la vez que romántico, aunque un tanto prudente como corresponde a todo lo que ocurre en nuestra comunidad. Ésta no ha sido nunca una tierra de excesos, y en Arte mucho menos. La Administración tampoco ayudó mucho que digamos; yo todavía estoy esperando que vengan a mi estudio a por unos cuadros que me encargaron para el futuro Museo de Arte Moderno, allá por el año 'ochentaypico'. Claro, la verdad es que todavía sigue siendo futuro Museo de Arte Moderno; en fin, cosas de 'la transición', qué le vamos a hacer.


Bueno, lo de poco o mucho ya saben ustedes que siempre es relativo; yo lo comparo con lo acontecido en provincias limítrofes para no irnos muy lejos, y por supuesto, que estamos a años luz del apoyo que han tenido los artistas en el País Vasco, Navarra, Cantabria o Cataluña, por citar algunas comunidades cercanas a la nuestra y del norte de España. Pero bueno, ya saben ustedes lo de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Pues ahí estamos los artistas, con poca de fe y mucha esperanza, para esperar la caridad, cristiana o de la que sea. Amén.

Eustaquio Uzqueda

Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 31.01.08