
Siempre me han gustado mucho las banderas, la verdad es que no sé por qué, es probable que por su colorido, fíjense que por las fiestas de mi pueblo que es Logroño, o sea por San Bernabé, he pensado en poner una bandera del mismo en mi balcón, y la verdad es que me ha resultado muy difícil encontrar una, hasta se me ocurrió que ya que no encontraba la bandera, poner un delantal de los que tengo de la Cofradía del Pez, luego desistí de la idea, pero quien sabe, igual algún año me decido. Les decía antes que yo esto del poder del fútbol ya lo sabía, y es que fui uno de los directivos que «subió» al Logroñes a primera división, junto con los jugadores como habrán podido adivinar y también de todos los aficionados que nos apoyaron en aquella bonita empresa y una de las cosas que mas me sorprendió en aquel entonces, les estoy hablando de los años «ochentaytantos», fue el poder de convocatoria que tenía el Logroñes, cómo arrastraba a gente de toda condición y cultura.
Con esto de la bandera me pasa lo mismo que con el idioma, me extraña que tengamos uno que lo hablan mas de cuatrocientos millones de personas, que sea el tercero en importancia en Internet, y que dentro de nuestro país tengan que salir unos intelectuales para hacer un manifiesto dado los ataques que se le esta haciendo desde dentro. En algunos casos por dialectos o lenguas que no lo hablan mas de dos millones de individuos y de los dos millones con soltura ni uno.
Yo, que tengo un gran sentido europeísta, siempre he defendido que Europa no será nada mientras que no tenga una lengua común, una lengua vehicular, por encima de una moneda común esta la lengua, que es el vehículo en el que se entienden las personas y si éstas no hablan la misma lengua, pues no pueden entenderse, por que el inglés no es una lengua común por mucho que se empeñen algunos. Europa tendría que ponerse de acuerdo en eso, en tener una lengua común y esa lengua, la que fuere, que se enseñara a todos desde niños, desde que nacen. Esto ya lo entendieron los clérigos hace muchos siglos y todos, fueran del país que fueran, hablaban el latín con mas o menos soltura, así podían viajar a cualquier parte del mundo y entenderse con otro clérigo, aunque fuera de otra nacionalidad u orden religiosa. Como verán está todo inventado, pero es que algunos han leído pocos libros de historia.
Eustaquio Uzqueda
Publicado en LA TRIBUNA DE LA RIOJA, Periódico La Rioja, 14.07.08
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