jueves, 24 de abril de 2008

Balcón en Semana Santa

Hablando de balcones, al llegar la Semana Santa no había otro como el de mi abuela Asun. Mi abuela vivía en un segundo piso de la calle Mayor y el balcón daba a medio día. En el portal había una panadería y un horno. Cada vez que iba a su casa, me encantaba aquel olor a pan recién hecho y sobada. Así que al llegar la Semana Santa toda la familia nos juntábamos en el balcón de la abuela a ver la procesión de Jueves Santo. Yo siempre pensé que era un balcón grandísimo, luego cuando lo vi de mayor, antes de que tiraran la casa, me di cuenta que no era así, pues no tendría más de medio metro de ancho por uno y pico de largo, así que no me explico como podíamos caber tantos. Sí recuerdo que los niños nos poníamos entre las piernas de los mayores agarrados a las rejas del balcón. En aquellos años el tener un balcón que diera a la procesión de Semana Santa, era una cosa de mucho postín y se presumía lo suyo. Yo recuerdo que lo contaba en el colegio, pues casi todos mis compañeros veían la procesión desde las aceras. De la procesión lo que más me impresionaba eran las penitentas, unas señoras que salían todas enlutadas, arrastrando unas cadenas y además normalmente con los pies descalzos. Como a mí, mi madre no me dejaba ir descalzo por casa porque decía que podía coger una pulmonía, pues yo siempre pensaba que estas pobres mujeres no tendrían una madre que les prohibiera ir así para que no cogieran una pulmonía. También me impresionaba mucho el paso de un Cristo crucificado escoltado por la Guardia Civil, con aquel desfile tan fúnebre y marcial, llevando los fusiles con el cañón apuntando al suelo en señal de duelo.

Publicado en Periódico Gente 14/Marzo/2008

No hay comentarios: